En un primer momento, el detenido colaboró con la búsqueda de la víctima. Al día siguiente, el joven, de 21 años y oriundo de Bariloche, se presentó ante la Justicia para declarar como testigo, pero terminó confesando el crimen. “Era el amor de mi vida”, afirmó. Semanas después, Soto ratificó su confesión en los Tribunales de Córdoba.
En una pericia psicológica y psiquiátrica -según dijo el padre de la víctima, Marcelo Gutiérrez hace algunos días- Soto admitió haber apretado el cuello de la víctima con sus manos hasta asegurarse de que estuviera muerta. El hombre dijo que los especialistas concluyeron que el acusado “actuó sabiendo perfectamente lo que hacía”.
El informe preliminar de la autopsia determinó que Catalina murió por asfixia debido a estrangulamiento, tras haber sido brutalmente golpeada.